Nos ha cambiado la vida; un bichito que no vemos, en dos días y de repente. Nos mandaron al rincón de pensar; la cotidianidad que no queríamos ahora añoramos, habíamos perdido la capacidad de maravillarnos ante lo cotidiano, de ver que lo cotidiano es la vida y que cada momento es maravilloso, se nos habían apagado los ojos por la rutina y así hemos comprendido lo que vale cada momento.
Así que aprovechemos este tiempo para agradecer a Dios que cada mañana abrimos los ojos, que a un día le sigue otro y a una estación otra. Que cada vida es irrepetible única y maravillosa, la nuestra, la de cada uno que una sonrisa y una mirada alegre tienen tanto poder como para infundir ánimo al otro.
No vamos a perder la capacidad de maravillarnos ni de sorprendernos, viviremos con pocos recursos, es casi seguro, pero vamos a luchar para que nadie nos quite la ilusión ni las ganas de vivir porque es Él, Nuestro Señor que camina con nosotros como lo hizo con los de Emaús cuando iban desolados por el camino, y cuando podamos volver a celebrar una eucaristía le vamos a dar toda la importancia que nuestra rutina no nos permitía ver y la próxima vez que de rodillas adoremos el Santísimo Sacramento le pediremos perdón porqué estábamos tan acostumbrados a su divina presencia que ni nos dábamos cuenta de quién iba en el camino con nosotros.
Señor Mío y Dios Mío, Santísimo Cristo del Perdón ten misericordia de todos nosotros porque habíamos apagado nuestros ojos y nuestro corazón por la rutina a la maravilla de la vida cotidiana que Tú nos regalas.
Adelia Hidalgo de Calcerrada