Hace apenas una semana que conocimos la noticia del fallecimiento Benedicto XVI, el Papa que fue llamado a sustituir al tan querido San Juan Pablo II (cuyo funeral presidió como Decano del Colegio Cardenalicio), el Papa de la JMJ de Madrid y la consagración de la Sagrada Familia de Barcelona y el primer pontífice en seiscientos años en dejar su puesto al considerar que no estaba preparado para continuar al frente de la Iglesia.
Desde que el Papa Francisco nos pidió tener muy presente al Papa Emérito en nuestras oraciones, muchos comenzaron a releer, recapitular y resumir algunas de las enseñanzas y, por qué no, del legado de Ratzinger, atribuyéndole el apelativo del “Papa Sabio”.
Joseph Ratzinger nació en Bavaria (Alemania) el 16 de abril de 1927, en el seno de una familia humilde de agricultores y artesanos. Creció y se formó en Traunstein, una pequeña localidad cerca de la frontera con Austria, a treinta kilómetros de Salzburgo, viviendo de cerca la crueldad de los nazis y su hostilidad contra la Iglesia Católica.
Fue ordenado sacerdote en junio de 1951, y empezó su labor docente un año después. Precisamente, sus grandes conocimientos teológicos le llevaron a participar como asesor del cardenal Joseph Frings, arzobispo de Colonia, en el Concilio Vaticano II, así como a desempeñar importantes cargos al servicio de la Conferencia Episcopal Alemana y la Comisión Teológica Internacional.
El 25 de marzo de 1977, el Papa Pablo VI lo nombró arzobispo de Munich y Freising. Tres meses más tarde, sería proclamado cardenal. Juan Pablo II, por su parte, lo nombró Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, presidente de la Pontificia Comisión Bíblica y de la Comisión Teológica Internacional, presidente de la Comisión para la preparación del Catecismo de la Iglesia Católica (1992) y miembro de varias Secretarías de Estado.
Tras la muerte de Juan Pablo II, y pasados dos días y medio de cónclave, Ratzinger obtuvo los votos necesarios para convertirse en el 265º pontífice de la Iglesia Católica. Su primer viaje lo realizó a Bari, el día del Corpus Christi, para clausurar el Congreso Eucarístico Nacional Italiano y presidir un encuentro con la Iglesia Ortodoxa Oriental.
Antes de su renuncia, Benedicto XVI viajó a España en tres ocasiones. El primero de sus viajes tuvo lugar en julio de 2006, cuando visitó Valencia con ocasión del Encuentro Mundial de las Familias. El pontífice presidió una misa multitudinaria en la explanada de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, en la que aprovechó para recordar la importancia de la familia como institución intermedia entre el individuo y la sociedad: “Un pequeño núcleo familiar puede encontrar obstáculos difíciles de superar si se encuentra aislado del resto de sus parientes y amistades. Por ello, la comunidad eclesial tiene la responsabilidad de ofrecer acompañamiento, estímulo y alimento espiritual que fortalezca la cohesión familiar, sobre todo en las pruebas o momentos críticos”.
Cinco años más tarde, en noviembre de 2010, Benedicto XVI regresó a España para visitar Santiago de Compostela (con motivo del año Santo Compostelano) y Barcelona, para la consagración de la Basílica de la Sagrada Familia. “No se puede dar culto a Dios sin velar por el hombre su hijo y no se sirve al hombre sin preguntarse por quién es su Padre y responderle a la pregunta por él” fueron algunas de sus palabras en la homilía que pronunció en la plaza del Obradoiro.
Por otro lado, en la Santa Misa de consagración del templo de la Sagrada Familia, el Papa señaló que “el único Cristo funda la única Iglesia; Él es la roca sobre la que se cimienta nuestra fe. Apoyados en esa fe, busquemos juntos mostrar al mundo el rostro de Dios, que es amor y el único que puede responder al anhelo de plenitud del hombre. Ésa es la gran tarea, mostrar a todos que Dios es Dios de paz y no de violencia, de libertad y no de coacción, de concordia y no de discordia”.
Pero, sin lugar a duda, el acontecimiento que más trascendencia ha tenido para los católicos españoles (y para nuestra Hermandad) fue la Jornada Mundial de la Juventud de 2011, celebrada en Madrid del 18 al 21 de agosto. Más de dos millones de personas participamos en los distintos actos programados a lo largo de esos días, cuyo momento culmen tuvo lugar en la vigilia del aeródromo de Cuatro Vientos, presidida por la Custodia de Arfe de la Catedral de Toledo y en la que no faltó ni el viento ni la lluvia.
“Queridos jóvenes, permitidme que, como Sucesor de Pedro, os invite a fortalecer esta fe que se nos ha transmitido desde los Apóstoles, a poner a Cristo, el Hijo de Dios, en el centro de vuestra vida. Pero permitidme también que os recuerde que seguir a Jesús en la fe es caminar con Él en la comunión de la Iglesia. No se puede seguir a Jesús en solitario. Quien cede a la tentación de ir «por su cuenta» o de vivir la fe según la mentalidad individualista, que predomina en la sociedad, corre el riesgo de no encontrar nunca a Jesucristo, o de acabar siguiendo una imagen falsa de Él”.
El 11 de febrero de 2013 Benedicto XVI anunció su renuncia, que se haría efectiva el 28 de febrero. El pasado sábado, 31 de diciembre, nos llegó la noticia esperada, aunque no por ello menos triste, de su fallecimiento, a los noventa y cinco años de edad. Desde hace unas horas reposa en la que fue la tumba de Juan Pablo II, tras un funeral sobrio presidido por el Papa Francisco y oficiado por el cardenal decano del Colegio Cardenalicio, Giovanni Battista Re.