“Todo lo hago nuevo.”
Podría aplicarse este versículo del Apocalipsis a lo acaecido en este año, desde aquel momento en el que se firma el contrato para hacer la nueva talla del Cristo del Perdón a la que se uniría después su Bendita Madre, habían pasado casi dos años. Tras la llegada de las imágenes y la bendición de las mismas en Octubre de 2016 por Monseñor Martínez Camino, se acercaba una Cuaresma nueva y diferente, como todos los años.
La Hermandad había adquirido la parihuela antigua de la Hermandad de los Gitanos de Madrid, que a su vez provenía de Sevilla, y tras unos ajustes y arreglos ya estaba lista para dar comienzo a los ensayos. Para terminar de completar el paso de misterio, se estrenaron los faldones-respiraderos, que son regalo de varias hermandades madrinas, y en las esquinas con cuatro candelabros de guardabrisas, que han sido cedidos por la Hermandad del Rocío de la Estrella, del barrio de Vallecas. Ante el Cristo y a los pies de la Virgen iba por primera vez la reliquia del Beato Álvaro del Portillo, primer prelado del Opus Dei, que fuese catequista en la sede canónica de la Hermandad. A su vez se iba preparando lo necesario para la segunda Estación de Penitencia, a la parroquia de Nuestra Señora de la Aurora y Santo Ángel.
María Santísima de la Misericordia lucía saya de terciopelo azul marino, con manto rojo en el mismo material. La diadema de metal plateado, al igual que el puñal, estrenado para la procesión, también el broche de metal sobredorado con el nombre “Misericordia”, y una medalla en oro, con la Imagen de la Virgen del Carmen. Y el Cristo que por la altura de la puerta de la sede canónica salía en inclinación, a la manera de la Exaltación de Cristo, formando ambos un cruce de miradas de Madre a Hijo.
La Solemne Eucaristía, con función principal, fue presidida por el Vicario Episcopal don Juan Carlos Merino, que también presidio la posterior Estación de Penitencia. La procesión empezaba con la dificultad de la salida por la puerta de la parroquia, por ese problema de altura la salida debía de realizarse de rodillas, para que pudiera salir el misterio, tras salir y al toque del martillo sonó la marcha real, por la Agrupación Musical Pasión y Muerte de Ajalvir. Todo se cumplió según lo establecido de horarios de tiempo, todo se hacía nuevo. La procesión andaba por las calles del arrabal, llevando la fe a los que no la conocen, que al fin y al cabo es el principal fin de cualquier hermandad. Varios momentos reseñables, a parte de la salida, serían la Estación de Penitencia, y el andar por la estrechez de varias calles del barrio, con la simple iluminación de los candelabros del paso.
La entrada, ponía el punto y final a la Cofradía que se volvía a hacer hermandad, y a preparar ya en el año venidero la próxima Estación de Penitencia que tendrá lugar el 23 de marzo de 2018…
¡A soñar!
Sergio Úbeda Portugués.