Una fiesta con muchos siglos de historia

Este año hemos vivido un Corpus Christi diferente al que habíamos conocido hasta ahora. Hace unas pocas semanas pudimos volver a escuchar la misa en los templos y visitarlos con la asiduidad con la que lo hacíamos hasta el mes de marzo. En medio de esta “vuelta a la normalidad” llegamos a la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, una fiesta sin procesiones en la calle pero sí con numerosas celebraciones litúrgicas dentro de los templos. Pero, ¿desde cuándo se celebra esta fiesta? Para responder a esta pregunta debemos viajar hasta la Edad Media

La fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo comenzó a celebrarse en el siglo XIII, más concretamente en 1246 en Lieja (Bélgica). El milagro acontecido en Bolsetta (Italia) por el que la Sagrada Forma comenzó a sangrar durante la consagración (ante las dudas de fe del sacerdote) condujo al papa Urbano IV a instituir la festividad del Corpus Christi en 1264. Un contemporáneo del pontífice, Santo Tomás de Aquino, fue el encargado de elaborar los textos litúrgicos de dicha fiesta. Precisamente a él debemos el Pange lingua, el Lauda Sion o el Panis angelicus, tres himnos de gran calidad que siguen escuchándose en cada celebración eucarística.

En el siglo XIV cobrará fuerza la procesión como parte de la celebración de la fiesta del Corpus Christi. Fue en el Concilio de Viena (1311) donde se dictaron una serie de normas para el cortejo que acompañase al Santísimo en su procesión, una procesión que hasta entonces se hacía por dentro de las iglesias. Será el papa Nicolás V el que, en 1447, establecerá la procesión eucarística por las calles de Roma.

La proliferación de las procesiones eucarísticas por la calle fue un factor determinante para la aparición de grandes obras de arte donde exponer al Santísimo Sacramento, las llamadas Custodias o carros triunfantes, labrados en oro, plata y piedras preciosas procedentes de Ultramar. Sin duda, la más famosa es la de Toledo, encargada por el Cardenal Cisneros al orfebre Enrique de Arfe en 1517 y que ha procesionado por las calles de la capital castellano-manchega desde 1595. También importantes son las de Córdoba (del mismo autor que la de Toledo), Santiago de Compostela y Medina de Rioseco (labrada por su hijo Antonio) y Ávila, Sevilla y Valladolid (realizadas por su nieto Juan).

En nuestra ciudad la procesión del Corpus Christi gano importancia gracias a la presencia en ella de los reyes de la Casa de Austria, quienes participaban activamente ya fuera portando el palio o acompañando con un cirio. Lo más característico del desfile, que por entonces se celebraba a mediodía, era la tarasca, una criatura mitológica representativa del mal (prohibida por el rey Carlos III en 1780), y la Custodia labrada en 1573 por Francisco Álvarez, en tiempos del rey Felipe II. Esta Custodia es la que sigue procesionando en nuestros días. Puesto que la Custodia fue elaborada por suscripción popular es propiedad de todos los madrileños y se conserva en el Salón de Goya de la Casa de la Villa.                                 

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