La primera vez que, en uno de mis viajes a Madrid, me llevaron a conocer la Hermandad del Perdón sentí en flechazo nada más ver a la Virgen. Desde ese momento supe que acabaría perteneciendo a esa hermandad, a mi hermandad madrileña.
Yo sabía que mi amigo Jorge vestía algunas imágenes en Madrid, y siempre me hablaba de la Hermandad del Perdón. Un tiempo después conocí a Julio, por entonces hermano mayor. Jorge siempre me decía que cuando viajara a Madrid (solía hacerlo en verano) tenía que ir a conocer a su Virgen de la Misericordia y a su hermandad. Hace dos años visité por primera vez la parroquia de San Ramón y pude rezar ante los Titulares. Yo ya había visto a la Virgen en fotos, siempre guapísima, pero nada que ver con verla en persona. Cuando la tuve delante de mí me enamoré de Ella. Es inexplicable lo que sentí.
El Señor me gusta mucho. Me pongo delante del Cristo del Perdón y rezo con mucha devoción. Pero con la Virgen de la Misericordia me pasó lo mismo que con las imágenes de la Hermandad de San Bernardo de Sevilla (con la que salgo cada Miércoles Santo). Yo vi a la Señora y fue un flechazo en el corazón, como cuando te enamoras de una persona.
Y si verla en su altar me llegó al alma, más aún me impresionó cuando la vi abajo, antes de un cambio, a mi altura. Ese día supe que yo tenía que hacerme hermana de la Hermandad.
En estos días de confinamiento, verla en una estampa, rezarla… son de las cosas que más me confortan.
Rosa Cortés Morales