“Implorando tu ayuda y tu auxilio, para un pueblo que tiene fe en ti”. Así reza el estribillo del himno a San Isidro que cada año entona su Real Congregación, y, junto a ella, numerosos fieles el día de la fiesta del Patrón de Madrid. Cada 15 de mayo no son pocos los madrileños que se acercan a la Colegiata de San Isidro para venerar los restos del matrimonio de santos. La Colegiata de San Isidro y la Ermita del Santo son los dos enclaves protagonistas cada 15 de mayo, acogiendo a miles de personas que, cumpliendo con la tradición, acuden a celebrar y recordar al que es llamado “el madrileño más universal”.
Pero este año no ha sido posible. En la calle Toledo no ha habido colas para subir al camarín del matrimonio de santos, ni en la pradera se han citado familias para pasar el día y disfrutar de la verbena. La pandemia ha roto con una tradición de cientos de años. Pero esto no quiere decir que no se haya celebrado la fiesta de San Isidro, ese santo labrador que vivió en nuestra ciudad allá por el siglo XI y que despertó el fervor y la devoción de sus contemporáneos desde su mismo fallecimiento. La letra de los versos de su himno ha resonado más que nunca en los corazones de los madrileños, en aquéllos que han perdido algún ser querido en las últimas semanas o en los que siguen luchando contra la enfermedad, en los sanitarios que cuidan de ellos en los hospitales y en los científicos que buscan un remedio para acabar con el dichoso virus.
Como es tradición, en la mañana del 15 de mayo se celebró la Eucaristía tanto en la Colegiata como en la pradera, pero esta vez a puerta cerrada. En este 2020 la televisión llevó hasta las casas de todos los madrileños la misa desde la Ermita, con la presencia de las principales autoridades municipales y autonómicas, las cuales venían de entregar la Medalla de Oro de San Isidro, concedida al pueblo de Madrid, e inaugurar un monumento a las víctimas en la plaza de Cibeles. Terminada la misa en la Ermita del Santo se dieron por concluidos los actos del día de nuestro Patrón. La tarde se antojaba triste, sin música en las calles, ni procesión en el Madrid de los Austrias, ni festejos en las Ventas.
Pero San Isidro sí que sintió que su gente le celebraba, le rezaba, le miraba con devoción. Él sabe que le necesitamos, que su ciudad, que tantos malos momentos ha pasado, le sigue aclamando como Patrón y sigue confiando en él para volver, una vez más, a superar momentos tan difíciles como el que estamos viviendo.
Julio Casanova Merinero